Thursday, May 22, 2008

Hace un par de años escribía: "A los 26 mis opciones se reducen: O soy un poeta, un creador, o un verdadero idiota." Y ahora, después de ciertas vivencias, descubro que dificilmente (por lo menos desde el romanticismo) es posible disociar por lo menos poeta e idiota (esta última palabra en su más estricto sentido griego).

El poeta romántico es aquél cuya fuente de inspiración está en el centro de su propia subjetividad. Es su sentir del mundo lo que tiene peso en la realidad, fenómeno que Goethe expresa muy bien en las cartas de Werter: "lo que yo sé cualquiera puede saberlo, pero lo que mi corazón siente sólo yo puedo sentirlo".

Ahora pensemos un poco más en ser creador, palabra que hasta ahora no es más que una hiperdeterminación del artista, sea cual fuere su disciplina.

Ahora, creativamente debo ir al dentista pues hay un dolor que sustraer de este mundo de mi subjetividad, emparejando mi voluntad con el devenir de la historia y creando un mundo interno sin parásitos que me permita pensar en calma.